Compartimos el artículo publicado en la Revista Ignorantes de Rededitorial.com.ar por nuestro colega A.G. Daniel Campione sobre la figura de Horacio González.
Horacio González: De libros y bibliotecas
por Daniel Campione
Los que estamos relacionados con el mundo de las bibliotecas y las publicaciones nunca podremos olvidar a Horacio González. Su década en la dirección de la Biblioteca Nacional fue un lapso de realizaciones trascendentes.
Llegó al cargo de director después de una vasta trayectoria como ensayista, docentey animador de los más diversos espacios culturales.
En su juventud fue uno de los impulsores de las recordadas “Cátedras Nacionales”, por entonces en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Luego, exiliado en Brasil por causa de la dictadura, completó allí su formación académica. Ya en democracia, varias camadas de alumnos compartieron sus clases en la Facultad de Ciencias Sociales de la universidad porteña. Había sido protagonista de revistas como Envido, Unidos y El ojo mocho. Todas ellas fueron ámbito de densas contribuciones a los debates de sus respectivas épocas.
Ya en la Biblioteca su pasión por las publicaciones, fuera en formato de libro o de revista, encontró un cauce pleno donde desplegarse. Una de sus acciones fue recuperar la centenaria La Biblioteca, órgano por excelencia de la institución. Le dio continuidad durante toda su gestión y allí tuvieron lugar los intelectuales más destacados junto a jóvenes entusiastas y profesionales de la institución.
Su interés por las publicaciones periódicas del pasado se proyectó sobre todo en las ediciones facsimilares de revistas militantes de las décadas de 1960 y 1970. Militante de alma él mismo como lo había sido desde sus años juveniles, Horacio le dedicó su energía e iniciativa a rescatar los mejores títulos de aquellas épocas. Para mencionar sólo algunas; Contorno, Literal, Envido, Fichas, Pasado y Presente, La rosa blindada, Poesía Buenos Aires. El pensamiento revolucionario de un tiempo de entusiasmo y reflexión volvió a ver la luz en prolijas ediciones.
En cuanto a los libros, el campo de realizaciones de su gestión se dirigió al conjunto de la producción bibliográfica argentina de los siglos XIX y XX. El empeño particular fue la recuperación de lo olvidado. La colección Los Raros su epicentro.Reaparecieron libros que nunca habían tenido sino escasa circulación, junto con otros que conocieron relativo éxito para luego pasar al olvido. Todos ellos con décadas sin haber sido reeditados. Marcos Sastre, Juana Manso, Paul Groussac, Angélica Mendoza, Salvadora Medina Onrubia, Alberto Gerchunoff, Gerardo Pisarello, Ezequiel Martínez Estrada,…el listado es extenso, entre autores olvidados o proscriptos, y obras poco recorridas de autores famosos.
Para ampliar la visión sobre el rol de H.G. en la Biblioteca no cabe limitarse al campo de lo escrito, sino extenderse a la oralidad. Fueron incontables sus participaciones en mesas redondas, presentaciones de libros, homenajes, jornadas, conferencias. Allí estaba con su palabra, siempre sembradora de inquietudes, a veces polémica, sin volverse por eso mordaz o destructiva.
En su despacho de director atendía a todo el que se presentaba. Escuchaba proyectos, pedidos, incluso airados reclamos. Tenía escucha atenta y disposición favorable. Siempre que podía daba lugar a que jóvenes o no tan jóvenes, famosos o ignotos, presentaran sus materiales o desplegaran sus proyectos en algún espacio del edificio de la calle Agüero.
Desde allí fue también orientador de Carta Abierta, un espacio militante, de claro alineamiento, que no por eso dejaba de preferir la meditada argumentación a las palabras altisonantes.
No dejó nunca de concurrir a los más variados espacios, de responder a las invitaciones más disímiles. Allí estaba para dar un aporte reflexivo, con sencillez y entusiasmo, sin enfermarse nunca de “importancia”. El intelectual no cedió frente al rol de funcionario, no supo de prudencias excesivas ni de silencios indebidos.
Horacio se mantendrá vivo en el recuerdo de los muchos millares de argentinos que fueron sus lectores, sus alumnos, sus escuchas. Deja en torno suyo un recuerdo afectuoso. Y un lugar central en la producción intelectual nacional, a caballo de los siglos XX y XXI. Quienes albergamos a las bibliotecas y a los libros en nuestros corazones tendremos siempre un lugar para él en nuestros afectos.